jueves, 31 de agosto de 2017




En notas de aire




 
*
  
No llores.
No sufras, 
pero ni un minuto más.
Ya pasó lo peor.
Ahora llega lo mejor,

y lo mejor
eres tú. 

*


Estás muy cerca.
¿Sientes la brisa?


*

Sólo tú te sabes de memoria
el centro y la periferia
de tu ser completo.
A veces, despensa, fuerte,
otras, pez de noche,
ondina
irresistiblemente libre.

*

Sube la música
y suelta a los pájaros.
 
*
 
Teresa Iturriaga Osa
 
Las Canteras, 30 septiembre 2017.
 
 
 


domingo, 27 de agosto de 2017

 
Cabalga el silencio
 
 
 
  
Cierto, como dice la canción, "en el desierto puedes recordar tu nombre" y allí no podemos evitar que el dolor por las víctimas de la violencia nos sacuda la conciencia. Las poses y discursos sobran. Cabalga el silencio buscando un sentido a la muerte y no lo encuentra. La ira pregunta, se hunde en sus arenas, es difícil serenarla porque el odio no tiene explicación.
Por eso, mi respeto para siempre a todas las personas que en los momentos más difíciles no se bloquean, sino que ayudan a los que sufren; mi admiración a los que luchan y se dejan la piel por defender la paz y la justicia; mi gratitud a los que persiguen la verdad, pero no una verdad a medias. Esa tenacidad en la mirada les lleva a trabajar día y noche sin buscar medallas ni aplausos. Los hay, los he visto, son discretos y no se entretienen en figurar, pero brillan con luz propia y se les reconoce cuando pasan a tu lado y te salvan la vida sin pensárselo. Héroes anónimos que elevan la condición humana en todas las esquinas del mundo y compensan la negrura con su generosidad.

Gracias por estar ahí.
 
Teresa Iturriaga Osa

 
 
 
 

martes, 22 de agosto de 2017


                                  Atrezzo

 

                                                                
           Crucé la hojarasca una hora después del baile. Dos fueron los besos al ritmo del bolero, dos días libres de frases triviales, doce campanadas de un reloj, puestos de playa, farolillos, humo de anclas, suspiros... festividad del barquero.

            De vuelta, me tropecé con la noche aterida entre piedras de escándalo, una pirámide de hiedras, penelas en espiral, un terraplén, grietas de una aventura a plena luna y sin sombrero. Para mí había un carruaje, una corona y una copa de roca madre, el viejo atrezzo del deseo, todas esas cosas que prometen los corsarios de ojos negros a las niñas peligrosas.

            No sé cómo, pero cuajó la madrugada y entré a hurtadillas salseando en el Hotel Ventura Highway. Lo hice todo bien y en orden. Pedí el menú del día: aperitivo marino, verdura fresca, solomillo, vino y café. Pero hacía tanto tiempo que esperaba el sabor del sueño que me olvidé de dejar un hueco para el postre.


            Qué cabeza la mía.
 
                                                                                       Teresa Iturriaga Osa

martes, 1 de agosto de 2017


Llámame Gilda
 
 
 
 
          Se sentía tan joven como antaño, tan enemiga de la rutina, tan torbellino de palabras... Esa mujer nunca se había dado por vencida. A pesar de sus dudas, había saltado sobre las olas del impetuoso océano de la vida. Se miraba en el espejo de sus años, en su ascenso a la esfera de la realidad y sin miedo a la locura. Como en los viejos tiempos, todo era movimiento y vibración. No era sólo la sombra de lo que fue de niña, cuando jugaba sobre el empedrado de las plazas. Estaba recuperando una olvidada sensación. Sus lágrimas brotaron al llegar a Las Siete Calles, eran esencias aéreas, materia primordial de los nombres y de las cosas, musgo de aquello que se inventaba cuando reía en su adolescencia. Cuántos amigos suyos de aquel entonces no se perdieron en el corro de los años... Era hora de recobrar la juventud que aún le latía dentro. Súbitamente, se vio mirando de frente al pasado cuando sintió una mano protectora sobre su hombro. Era la vida regalando sorpresas.
 
                                       Teresa Iturriaga Osa