martes, 22 de agosto de 2017


                                  Atrezzo

 

                                                                
           Crucé la hojarasca una hora después del baile. Dos fueron los besos al ritmo del bolero, dos días libres de frases triviales, doce campanadas de un reloj, puestos de playa, farolillos, humo de anclas, suspiros... festividad del barquero.

            De vuelta, me tropecé con la noche aterida entre piedras de escándalo, una pirámide de hiedras, penelas en espiral, un terraplén, grietas de una aventura a plena luna y sin sombrero. Para mí había un carruaje, una corona y una copa de roca madre, el viejo atrezzo del deseo, todas esas cosas que prometen los corsarios de ojos negros a las niñas peligrosas.

            No sé cómo, pero cuajó la madrugada y entré a hurtadillas salseando en el Hotel Ventura Highway. Lo hice todo bien y en orden. Pedí el menú del día: aperitivo marino, verdura fresca, solomillo, vino y café. Pero hacía tanto tiempo que esperaba el sabor del sueño que me olvidé de dejar un hueco para el postre.


            Qué cabeza la mía.
 
                                                                                       Teresa Iturriaga Osa

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